martes, 5 de mayo de 2009

Conversaciones nocturnas


Cinismo

Pensando hoy - mientras conversaba de tantas cosas con mi querida Lulamae - en las palabras ironía y cinismo, tantas veces equiparadas, me he puesto a reflexionar en más profundidad sobre estos términos.
He recurrido al diccionario de la Real Academia Española. En la primera acepción de la palabra cinismo dice: "Desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables". Primera conclusión: ironía no es igual a cinismo. La ironía, ese desfase entre lo que se dice y lo que se entiende, poco tiene que ver, a ojos vista, con esta manera tan poco edificante de proceder. Sin embargo, más abajo, en la tercera acepción, puede leerse: "Doctrina de los cínicos".
¿Y quiénes eran los cínicos? La escuela cínica fue fundada en el siglo IV a. C. La doctrina que propagaban no puede ser más adecuada a nuestros Tiempos Victorianos. Porque, queridos amigos, los que los cínicos denunciaban era la corrupción de sus tiempos. Puesto que la civilización estaba viciada, lo que el hombre podía hacer era vivir con modestia, despreciar las riquezas y llevar una vida simple y acorde con la naturaleza.
Claro es que nuestra Victoria imponía una serie de constricciones a sus súbditos, cosa del todo incompatible con la liberalidad de los cínicos, pero nosotros, que ante la depravación de las costumbres actuales, hemos preferido volver a ser victorianos, ¿no nos emparentamos acaso con la escuela de Antístenes?

Y bien, tenemos por delante una tarea dificilísima. La tarea de vivir logrando que esto que hacemos cobre algún sentido. No buscamos elevaciones, pero sí un poco de nobleza. No buscamos frivolidad, pero a quién no le alegra enfundarse en un traje de buen corte, y tomar un vino exquisito, y atizar el fuego en la chimenea, en una compañía tan agradable como las de mis adorables P., M. o Lulamae. Queridos amigos, en momentos así, y a pesar de aquellas personas que puedan llegar a tildarme de cínica, en el más moderno sentido del término, puedo decir que la vida no me disgusta del todo.

domingo, 3 de mayo de 2009

Ironía

Queridos amigos:

Dicen sobre mí - las malas lenguas, y algunas buenas - que quien suscribe maneja con asiduidad el cinismo y la ironía. No es casual que nos encontremos en estos nuestros Tiempos Victorianos. Porque, ahora que reparo en ello, la ironía es una virtud muy inglesa. Virtud, sí, digo virtud, porque el fino manejo de la ironía, señores míos, sin caer en el mal gusto o la agresión, es un arte por demás difícil. No digo que yo sea en todos los casos portadora de tal virtud. Suelo ejercer la ironía con suerte irregular.
Dicen las definiciones académicas que la ironía es un desfase entre lo que se dice y lo que se entiende. No es fácil para mucha gente hoy en día, con la mente muchas veces abotargada por sentidos del humor tan chabacanos, incursionar en este terreno. Suele ocurrir que lo que parecían cristalinas aguas se conviertan de golpe en pantano. O bien, que quien recibe del otro lado no comprenda este tipo que humor, que bien empleado es de los más finos.
Se dice de Jane Austen que ella era maestra de la ironía. Y, si bien no está entre mis predilectas (bien saben todos que prefiero con creces, por ejemplo, a Henry James), debo adherir a esa acertada opinión.

La opinión más profunda sobre la ironía la he leído en las "Cartas a un joven poeta" de Rilke. Creo que puedo despedirme con él, puesto que sus consejos sobre la poesía bien pueden extrapolarse a la vida. Así que, queridos amigos, con él los dejo:

"En primer lugar, algo acerca de la ironía. No se deje dominar por ella, y menos que en cualquier otra ocasión, en los momentos de esterilidad. En los que sean fecundos, procure aprovecharla como un medio más para comprender la vida. Empleada con pureza, también la ironía es pura, y no hay por qué avergonzarse de ella. Pero si usted siente que le es ya demasiado familiar y teme su creciente intimidad, vuélvase entonces hacia grandes y serios asuntos, ante los cuales ella quedará siempre pequeña y desamparada. Busque la profundidad de las cosas: hasta allí nunca logra descender la ironía... Y cuando la haya llevado así al borde de lo sublime, averigüe al mismo tiempo si ese modo de entender la vida brota de una necesidad propia y esencial. Pues entonces, bajo el influjo de las cosas serias, acabará por desprenderse de usted —si es algo meramente accidental—; o bien —si es que realmente le pertenece como algo innato— cobrará fuerza, y se convertirá en un instrumento serio para incluirse entre los medios con que usted habrá de plasmar su arte."

Rainer Maria Rilke