Mis queridos lectores:
Me he dado cuenta últimamente de que este blog, crítica a nuestros tiempos absurdos y por demás exhibicionistas, tiene poco que decir acerca de las falencias de los tiempos victorianos. Si bien queremos volver a ellos, no debemos ensalzarlos en todos sus aspectos, no señor, sino tomar la delicada flor de la modestia y el decoro, y corregir, en la medida de lo posible, lo que de terrible podían tener. Y he aquí que, hace unos pocos días, leía en un conocido libro del escritor Julio Cortázar (a quien muchas veces un apreciado señor ha señalado como hombre corrompido y hueco de significado - permítame disentir, querido Sr. A.), algo sobre el famoso criminal Jack the Ripper. Jack, asesino de prostitutas, quién sabe por qué (teorías de todo tipo circulan al respecto, aunque como decía un querido amigo "no hay explicación para la locura"), se erigió a sí mismo en pilar de la sociedad, particular justiciero victoriano y dicen que cirujano de profesión, dada la habilidad de los cortes practicados en los cuerpos de numerosas prostitutas.
Leamos, entonces, la cita de Cortázar, y dejemos la reflexión para después del almuerzo:
"... un tal Henry Mahew, citado por Franklin en su estudio sobre el Ripper, comprobó que en tiempos de la gloriosa soberana las condiciones de vida en Londres eran tan monstruosas que el número de prostitutas pasaba de ochenta mil. El desempleo, la miseria, el despotismo social, no dejaban a esas mujeres otro reino que el de la ginebra, las enfermedades venéreas o el cuchillo; (...) Nada resume mejor el paraíso victoriano que la frase de una de las muchachas del East End cuando le aconsejaban que cesara de trabajar en la calle para no encontarse con el Ripper: "Bah, que venga. Cuanto antes mejor para una como yo".
Ahora bien, ¿acaso tenemos algo mejor que decir a favor de nuestra época?
Me he dado cuenta últimamente de que este blog, crítica a nuestros tiempos absurdos y por demás exhibicionistas, tiene poco que decir acerca de las falencias de los tiempos victorianos. Si bien queremos volver a ellos, no debemos ensalzarlos en todos sus aspectos, no señor, sino tomar la delicada flor de la modestia y el decoro, y corregir, en la medida de lo posible, lo que de terrible podían tener. Y he aquí que, hace unos pocos días, leía en un conocido libro del escritor Julio Cortázar (a quien muchas veces un apreciado señor ha señalado como hombre corrompido y hueco de significado - permítame disentir, querido Sr. A.), algo sobre el famoso criminal Jack the Ripper. Jack, asesino de prostitutas, quién sabe por qué (teorías de todo tipo circulan al respecto, aunque como decía un querido amigo "no hay explicación para la locura"), se erigió a sí mismo en pilar de la sociedad, particular justiciero victoriano y dicen que cirujano de profesión, dada la habilidad de los cortes practicados en los cuerpos de numerosas prostitutas.
Leamos, entonces, la cita de Cortázar, y dejemos la reflexión para después del almuerzo:
"... un tal Henry Mahew, citado por Franklin en su estudio sobre el Ripper, comprobó que en tiempos de la gloriosa soberana las condiciones de vida en Londres eran tan monstruosas que el número de prostitutas pasaba de ochenta mil. El desempleo, la miseria, el despotismo social, no dejaban a esas mujeres otro reino que el de la ginebra, las enfermedades venéreas o el cuchillo; (...) Nada resume mejor el paraíso victoriano que la frase de una de las muchachas del East End cuando le aconsejaban que cesara de trabajar en la calle para no encontarse con el Ripper: "Bah, que venga. Cuanto antes mejor para una como yo".
Ahora bien, ¿acaso tenemos algo mejor que decir a favor de nuestra época?
No hay comentarios:
Publicar un comentario