No voy a hablarles hoy de una nueva incorporación a la causa. No puedo hacerlo, porque sé que mi queridísimo amigo Monsieur S. nunca me lo perdonaría. En vano sería intentar persuadirlo: Monsieur S. es un posmoderno convencido, y disfruta con especial devoción de nuestras discusiones acerca del tema, por el puro placer de contrariarme.
No puedo decirle: ¿Monsieur S., le gustaría unirse...? ¿Quisiera usted...? Ah, ya oigo su respuesta...
Sin embargo, queridos lectores, me gustaría hacerles una breve descripción de Monsieur S., ya que, de desearlo, sería un perfecto adalid para nuestra causa. No se trata sólo de su encanto, sino de su finísima inteligencia y sensibilidad. Únicamente su infinita modestia le impide a menudo confesar que es un eximio dibujante. Por lo general, las damas lo veneran. Monsieur S. ha encontrado el secreto de la juventud eterna.
(Mi adorable Monsieur S., ¿me permite llamarlo Mr. Dorian?)
Debo confesarlo: escribo estas líneas en la esperanza de convencerlo. Nada me haría más feliz que su incursión en nuestros "Tiempos Victorianos".
martes, 18 de marzo de 2008
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