Estoy segura de que a estas alturas el lector, por demás culto y bien entrenado en la época y costumbres de los pre-rafaelistas, empieza a aburrirse. Desesperado, mesándose los cabellos, pregunta: ¿pero qué pretende esta tal Mademoiselle M, por el amor de Dios? ¿Va a querer instruirnos sobre pintura indefinidamente?
No, querido lector. Lo único que he intentado hasta el momento es que todos seamos conscientes de lo que esa época maravillosa representó, y podamos, una vez más, compararla con nuestros depauperados tiempos, en los que no florece ni una sola de las bellas artes. Entonces podremos abrazar, suavemente pero con gran decisión, la moral victoriana.
¡Ah, qué tiempos nos esperan! Reuniones en las tardes, con nuestras respectivas tazas de té, tortas de todas clases, mientras unos y otros nos turnamos para jugar al cricket y demás entretenimientos de alcoba.
Y todo ello, enfundados en nuestros bellos trajes de época.
(Sres. Caballeros, sus modelos en la próxima edición)
lunes, 18 de febrero de 2008
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